MON DOUX POETE
Quizá por un momento los nervios nos ganaron al despedirnos o estaba destinado ese día para que no sea ni el primero ni el último de los besos de despedida más tiernos y especiales, todavía tengo la incertidumbre si fue real, o no, pero esa noche volví a mi época de adolescente. Dicen que cuando te acercas a los cuarenta años en algunos casos es como si vivieras una segunda adolescencia. Si así fuera conmigo, voy a vivirla intensamente… ( > . < )
Todo comenzó en
una ajetreada tarde donde tenía que fingir que era la prometida de alguien que
no conocía y él a mí tampoco porque era parte de un Casting, al finalizar me
quedé esperando por allí la respuesta final o algo similar para saber cuál fue
mi desempeño y el resultado final. Para no sentir que perdía mi tiempo, me
integré a una conversación con unos conocidos donde se hablaba de todo y a la
vez de nada concreto.
Con el ambiente
propicio para compartir con viejos amigos, me quedé más tiempo del debido. De Manu
Chao pasamos a un buen Jazz, para terminar con Led Zeppelin (jamás disfruté
tanto escucharlos), pero todo lo bueno también tiene su final.
Caminamos hasta
la casa, porque se ofreció acompañarme en el trayecto. Fue muy grata su
compañía, así como escuchar su voz, apreciar su sonrisa a medias a pesar de la
mascarilla y contemplar su mirada tierna que por los anteojos y la luz de los
postes no se podían apreciar.
Al llegar a la
puerta de la casa, algo sucedió en el momento de despedirnos…
No estoy segura
si fue un sueño o un delirio febril; si fue una conexión de almas que con la
magia de la noche sucede, o un beso real, pero lo que sí puedo decir es que todavía
recuerdo al doux poete, Mon Doux Poete caminar por la banqueta rumbo a la
esquina.
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